Manuel D'ornellas - Una Antología De Sus Artículos

Descripción

MANUEL D'ORNELLAS. UNA ANTOLOGÍA DE SUS ARTÍCULOS
Editorial: APOYO
Materia: Política peruana
Páginas: 518
Excelente estado

Empezó en 1965 en Expreso con una columna diaria. En 1970, cuando el gobierno militar tomó el periódico, se fue a Buenos Aires donde, por sus críticas a la dictadura, Juan Velasco lo condecoró con el retiro de la nacionalidad.

En 1988 se convirtió en director de Expreso, pero fue como columnista que alcanzó el reconocimiento amplio de los que simpatizaban con sus ideas y de los que discrepaban de ellas.

Entre 1991 y 1995 fue el periodista con más poder en la prensa peruana según la encuesta anual de Apoyo. Felipe Ortiz de Zevallos definió su estilo periodístico como “tarea prudente del intelecto”. (Qué diría d’Ornellas de ese estilo de portero de prostíbulo que algunos quieren imponer hoy en el oficio).

Durante más de treinta años, ‘Manu’ –como le decían sus amigos– hizo una columna diaria que era un referente principal en la política peruana. Mirko Lauer resumió así su estilo: “Era un periodista eficaz. Tenía el talento de hacer columnas sin grasa. Una idea, una columna. Y algo muy importante: estaba genuinamente interesado en contarles algo a sus lectores”.

Su columna, que escribió en la página 2 incluso como director, no era como el editorial del diario –esos plomazos aburridos donde muchos meten mano– sino, según propia definición, algo que “puede ser una pincelada de color como un fuetazo en el trasero de algún personaje público” y que “surge de la noticia del momento, y a veces es simplemente flor de un día”.

Conocí a d’Ornellas como lector y luego tuve la suerte de realizar juntos, cada mes, las exposiciones políticas del SAE de Apoyo durante unos quince años. Cuando asumió la dirección de Expreso, le hice una larga entrevista para la revista Debate –un sábado en la mañana en su casa de San Antonio, mientras merodeaba un pastor alemán que, creo, se llamaba Machu Picchu– y que se reprodujo en la antología de sus artículos.

Además de su bonhomía y la simpleza elegante de su columna, valoré su independencia. Cuando a inicios de los noventa apoyó a Fujimori, o cuando después discrepó con la re-reelección, siempre lo hizo por convicción, nunca por interés.

Por esto último, en 1998 fue echado por los rufianes que actuaban como testaferros de Montesinos en Expreso. Quizá para no agravar el escándalo en el diario que tanto quiso, él explicó su partida solo como “desencuentros internos en el periódico”.
Entonces Gustavo Mohme Llona lo invitó a La República donde escribió su columna hasta que el 15 de mayo de 1999, en Montevideo, murió este periodista digno que fue un gran peruano y a quien recuerdo con frecuencia.

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